domingo, 8 de noviembre de 2015

Olga Manzano y Manuel Picon



Tu risa
(Pablo Neruda)


Sólo por este poema, Pablo Neruda (1904-1973) sería inmortal. ‘Tu risa’ pertenece al cancionero ‘Los versos del Capitán’

Cuarenta y siete poemas, mas una carta y una explicación para justificar su anonimato inicial. Efectivamente, cuando se publicó en 1952 apareció sin autor reconocido, en una reducida edición napolitana de 44 ejemplares, aunque todo el mundo sabía que era obra suya. Un sensual homenaje a su entonces amante Matilde Urrutia, con quien vivió una apasionada historia de amor en Capri



Quítame el pan, si quieres,

quítame el aire, pero
no me quites tu risa.

No me quites la rosa,
la lanza que desgranas,
el agua que de pronto
estalla en tu alegría,
la repentina ola
de plata que te nace.

Mi lucha es dura y vuelvo
con los ojos cansados
a veces de haber visto
la tierra que no cambia,
pero al entrar tu risa
sube al cielo buscándome
y abre para mí todas
las puertas de la vida.

Amor mío, en la hora
más oscura desgrana
tu risa, y si de pronto
ves que mi sangre mancha
las piedras de la calle,
ríe, por que tu risa
será para mis manos
como una espada fresca.

Junto al mar en otoño,
tu risa debe alzar
su cascada de espuma,
y en primavera, amor,
quiero tu risa como
la flor que yo esperaba,
la flor azul, la rosa
de mi patria sonora.

Ríete de la noche,
del día, de la luna,
ríete de las calles
torcidas de la isla,
ríete de este torpe
muchacho que te quiere,
pero cuando yo abro
los ojos y los cierro,
cuando mis pasos van,
cuando vuelven mis pasos,
niégame el pan, el aire,
la luz, la primavera,
pero tu risa nunca
por que me moriría.


Siluetas en la luz(Pablo Neruda)
Nuestro amor ha nacido,

fuera de las paredes,
en la noche,
en el viento,
en la tierra,
en el fuego.
Y, es por eso, que, el barro

y la arcilla y las flores,
saben como
tu te llamas
y te nombran
y te aclaman.
Porque, en la tierra,

nos sembraron juntos
y crecemos juntos,
florecemos juntos.
Y el mar conoce 

nuestro amor y el beso
de la flor eterna
de los labios tuyos.
(bis)
Ellos todo lo saben,

no tenemos secretos
para el viento
y la noche
para el fuego
y la tierra.
Por la ventana rota,

vimos como, el invierno,
descifraba 
nuestros besos,
nuestros nombres,
nuestros cuerpos.
Porque en la tierra...

Tu cuerpo
(Pablo Neruda)

Tu cuerpo
no es sólo la rosa
que en la sombra se levanta.


Tu cuerpo
no es sólo la sangre
ese pétalo del fuego.


Tu cuerpo
es mi territorio,
es el barro de mi infancia.


Tu cuerpo
es agua escondida
es la tierra que me llama.


Yo guardo
mis palabras en tu cuerpo
y el que las oiga un día
recibirá una ráfaga de trigo y amapolas.


Y el cuerpo
del amor que hemos vivido
estará todavía
caliente y respirando la luz sobre la tierra.


Tu cuerpo
es la fruta oscura 
que he arrancado de la selva.


Y cuando
mis manos te hallaron
se quemaron en tu huella.

yo guardo...
y el cuerpo...
Te quiero al alba
(Pablo Neruda)
Tus manos
(Pablo Neruda)


Cuando tus manos salen,
amor, hacia las mías,
¿qué me traen volando?

Por qué se detuvieron en mi boca,
de pronto, 
por qué las reconozco.


Los años de mi vida
yo caminé buscándote,
crucé los arrecifes.
Subí las escaleras,
me llevaron los trenes,
las aguas me trajeron,


y en la piel de las uvas
me pareció tocarte.


La madera de pronto
me trajo tu contacto,
la almendra me anunciaba
tu suavidad secreta,


hasta que se cerraron
tus manos en mi pecho
y allí como dos alas
su viaje terminaron.


Y cuando tú pusiste
tus manos en mi cuerpo,
reconocí esa greda
y ese color de trigo
como si entonces antes,
las hubiera tocado,
y hubieran recorrido
mi frente y mi cintura.


Reconocí esas manos
reconocí esas alas
de paloma dorada.
Su suavidad venía
volando sobre el tiempo,
sobre el mar, sobre el humo.


Y en la piel de las uvas
me pareció tocarte.


La madera de pronto
me trajo tu contacto,
la almendra me anunciaba
tu suavidad secreta,


hasta que se cerraron
tus manos en mi pecho
y allí como dos alas
su viaje terminaron.


Y cuando tú pusiste
tus manos en mi cuerpo,
reconocí esa greda
y ese color de trigo
como si entonces antes,
las hubiera tocado,
y hubieran recorrido
mi frente y mi cintura.


La madera de pronto
me trajo tu contacto,
la almendra me anunciaba
tu suavidad secreta....


(Pablo Neruda)
La noche en la isla
(Pablo Neruda)
Toda la noche he dormido contigo
junto al mar, en la isla.
Salvaje y dulce eras entre el placer y el sueño,
entre el fuego y el agua.

Tal vez muy tarde
nuestros sueños se unieron
en lo alto o en el fondo,
arriba como ramas que un mismo viento mueve,
abajo como rojas raíces que se tocan.

Tal vez tu sueño
se separó del mío
y por el mar oscuro
me buscaba
como antes
cuando aún no existías,
cuando sin divisarte
navegué por tu lado,
y tus ojos buscaban
lo que ahora
- pan, vino, amor y cólera -
te doy a manos llenas
porque tú eres la copa
que esperaba los dones de mi vida.

He dormido contigo
toda la noche mientras
la oscura tierra gira
con vivos y con muertos,
y al despertar de pronto
en medio de la sombra
mi brazo rodeaba tu cintura.
Ni la noche, ni el sueño
pudieron separarnos.

He dormido contigo
y al despertar tu boca
salida de tu sueño
me dio el sabor de tierra,
de agua marina, de algas,
del fondo de tu vida,
y recibí tu beso
mojado por la aurora
como si me llegara
del mar que nos rodea.
Garricha
(De Manuel Picon)
Lo lleva atado al pie
como una luna atada
al flanco de un jinete
Lo juega, sin saber
que juega el sentimiento
de una muchedumbre.
Y le pega tan suave, tan corto, tan bello,
que el balón es paloma de comba en vuelo.
Y lo toca tan justo, tan leve, tan quedo,
que lo limpia de barro y lo cuelga del cielo.
Y se estremece la gente,
y le ovaciona la gente.
Lo lleva unido al pie,
como, un equilibrista,
unido va a la muerte.
Lo esconde, no se ve,
le infunde magia y vida
y luego lo devuelve.
Y se escapa, lo engaña, lo deja, lo quiere.
Y el balón le persigue, le ciega, le hiere.
Y se juntan y danzan y grita la gente.
Y se abrazan y ruedan por entre las redes.
Y se estremece la gente
y le ovaciona la gente.
¿Quién se llevó, de pronto, la multitud?
¿Quién le robó, de pronto, la juventud?
¿Quién le quitó, de un golpe, el hechizo mágico del balón?
¿Quién le enredó, en la sombra, la pierna el flanco y el corazón?
¿Quién le lleno su copa, en la solead?
¿Quién lo empujó, de golpe, a la realidad?
¿Quién lo volvió al suburbio, penoso y turbio, de la niñez?
¿Quién le grito en la cara, usted no es nada, ya no es usted,
ya no es usted señor, ya no es usted?
El último balón lo para con el pecho y junto al pie lo duerme.
Lo mira y sólo ve cenizas del amor que estremeció a la gente.
Y lo pierde en la hiera, lo deja, lo olvida.
No lo quiere, le teme, no puede, no atina.
Y se siente, de nuevo, enterrado en la vida.
Y el balón se le escapa, entre insultos y risas.
Y se enfurece la gente.
Y le abuchea la gente.
¿Quién se llevó, de pronto, la multitud?
¿Quién le robó, de pronto, la juventud?
¿Quién le quitó, de un golpe, el hechizo mágico del balón?
¿Quién le enredó, en la sombra, la pierna el flanco y el corazón?
¿Quién le lleno su copa, en la solead?
¿Quién lo empujó, de golpe, a la realidad?
¿Quién lo volvió al suburbio, penoso y turbio, de la niñez?
¿Quién le grito en la cara, usted no es nada, ya no es usted,
ya no es usted señor, ya no es usted?


Duerme negrito
Callejones
Almería

Valle Calchaqui

Raigones
Con mi perro y mi sombrero me largué por los caminos
y a la vuelta ni le cuento lo que anduve, lo que he visto.
Bien clavado en la montaña, el viejo templo del indio,
que ahora baja a las ciudades silencioso y de mendigo.

A los dioses del petróleo ví rezar negros y blancos
y sudando como potros lo iban llevando a los barcos.
Y, en los puertos, mil mujeres pa' venderse en las tabernas,
aguardiente de dos pesos y cuchillos y peleas.

Ví mineros, como moscas, abrazarse a unos piedrotes,
pa' arrancarles las pepitas que, pa'l norte, va en aviones.
Y, después, rodeando el fuego, con los últimos alientos,
bailes y cantos antiguos de plegaria y queja al viento.

A mi perro lo he vendido pa' comprarme un poco'e vino,
y el sombrero lo he perdido por el viento del camino.
Y me quedo en este mundo sin un perro que me ladre.
Y... ¿pa' qué? si yo soy todos y toditos somos nadie.

Negra Ramona

La reencarnada

El pájaro
Es pájaro nocturno,
con esmoquin de alquilar.
Su boca huele a musgo
de rincones de ciudad.
Recuesta su figura
sobre un piano fantasmal.
Y canta y gesticula
algún tango pasional.
Y las parejas mustias
se entrelazan y se van.
Y el pájaro termina
su gorjeo en soledad.
Debajo de la seda
de su esmoquin de disfraz.
No hay más que piel obrera,
donde aún se ve la cal.
Saluda hacia las mesas.
Pasa por caja a cobrar.
Y trepa la escalera.
Se lo traga la ciudad.
Al alba, la cerveza,
lo acompaña en algún bar.
Y cuelga de una silla
su quimérico disfraz.
Su rostro es cotidiano,
sin leyenda que contar.
Sus gestos son vulgares.
Se diría que no es más.
que un hombre haciendo tiempo,
sin saber bien que esperar,
bebiendo una cerveza
infinitamente real.
Debajo de la seda...

Padre viento
Padre Viento va buscando, 
por burdeles y pocilgas, 
los despojos de las guerras, 
cotidianas y perdidas, 
y en las calles mas oscuras, 
sin poder hallar salida, 
se revuelca en la basura 
y maldice hasta la vida.
Viejo amigo que se apiada 
de los palidos muchachos 
que se van hacia la nada, 
por la boca de un balazo, 
padre viento, que no es nada, 
más que un aire que ha pasado, 
que calienta toda el alma 
como el pecho de un hermano.
¡Oh, Padre Viento!, 
que, de pronto, te levantas, 
con el polen de las flores, 
con las alas de las aves, 
con la nieve y los aviones, 
y repartes energías y catastrofes 
y un hombre te reclama tras su reja, 
y ve en tí a todos los hombres.
¡Padre viento!, dale ayuda 
con tu soplo al fugitivo, 
porque tú eres de los nuestros, 
tu también vas mal herido. 
Borra todas nuestras huellas 
y confunde los ocicos 
de los perros sanguinarios, 
que nos pisan el camino.
Viejo lobo delirante, 
que se va y no sabe a donde, 
no se acuerda de su fuerza 
ni sus límites conoce. 
Cuando rueda por el mundo 
muerde el polvo como un hombre 
y tan sólo le detienen 
las pequeñas emociones.
¡Oh, Padre Viento!, cuando bajes 
a tu guerra contra todo y contra nada, 
llévame entre tu locura 
polvorienta y mancillada, 
quiero estar entre los tuyos, 
dar sentido a mi batalla 
y rodar contigo el mundo, 
sin saber donde se acaba.
¡Oh, Padre Viento!, 
que, de pronto, te levantas, 
con el polen de las flores, 
con las alas de las aves, 
con la nieve y los aviones, 
y repartes energías y catastrofes 
y un hombre te reclama tras su reja, 
y ve en tí a todos los hombres.


Guirnaldas y farolillos
Por una noche en la vida
déjame que me ría
de las penas de amor,
y que me olvide bailando,
que la danza me limpie
el cuerpo y el corazón,
que, cuando rompa las sombras el Sol,
no faltaré a mi destino de hacer un camino
en las aguas del mar.

Mi casa tiene las puertas
del color de mi alma
cuando yo salgo a abrir,
y, aunque la vida se vaya,
por mis puertas regresa, 
si las abro por ti.
Y cuando besas mi boca y te vas,
desde mi puerta te pido:
”Intenta un camino
 en las aguas del mar”

Yo no conozco moneda
de valor más preciado
que la felicidad.
Se gana y hay que gastarla,
yo la juego a la carta de una noche, no más.
Si gano voy a cobrarte y pedir
que tu te vengas conmigo a hacer un camino
en las aguas del mar.

Guirnaldas y farolillos
y mi copa y la tuya llenas a rebosar
Vivan la vida y el vino
y la gente que rompe a cantar y bailar,
que cuando queme las sombras el Sol
en una playa dormidos
haremos camino
en las aguas del mar. 

Por una noche en la vida
déjame que me ría
de las penas de amor,
y que me olvide bailando,
que la danza me limpie
el cuerpo y el corazón,
que, cuando rompa las sombras el Sol,
no faltaré a mi destino de hacer un camino
en las aguas del mar.

Mi casa tiene las puertas
del color de mi alma
cuando yo salgo a abrir,
y aunque la vida se vaya
por mis puertas regresa 
si las abro por ti.
Y cuando besas mi boca y te vas
desde mi puerta te pido:
”Intenta un camino
 en las aguas del mar”

Rosa luna
Me llamaste, con los ojos,
todos llenos de verdad,
con el cuerpo iluminado,
por las ganas de gozar.
Te miré, fuerte, a los ojos
pa' decirte mi pensar.
No me toques cuando bailas
porque me vas a hacer mal.
Me besabas en la boca,
te apretabas contra mí.
Me decías con el cuerpo
lo que había que decir.
Tu cintura entre mis manos,
caña de cañaveral.
Se movía como el paso
lento de la yarará
Dónde fuiste Rosa Luna
dónde te fuiste a bailar.
Yo le pido a la matumba
que te obligue a regresar.
Yo te dije, Rosa Luna,
que tú me vas a hacer mal.
no me toques cuando bailas
porque me vas a hacer mal.
Ahora dicen, mis abuelos,
que son cosas del pensar,
que jamás hubo una luna
ni una rosa en carnaval.
Que te busque en mi cabeza,
que es en donde anida el mal.
Que te mate en la memoria
pa' poder vivir en paz.
Ya le di la vuelta al mundo
y a las copas de olvidar.
Ya le di la vuelta al tiempo 
y a los juegos de rezar.
Tanta vida, tantos años
sin parar de caminar.
Ya no hay puertas ni caminos.
Ya no hay nada que encontrar.

Como un puñado de tierra
Arañaré la tierra para hacerte una cueva
y allí mi Capitán te esperaré con flores en el lecho,
te esperaré en las piedras del más duro desierto
y en cada primavera te esperaré en la flor del limonero.
Adiós, amor, te llevo en las gotas de mi sangre
y con un cinturón de fuego, que me abrasa la cintura
yo te encontré en la lluvia que lavaba nuestros cuerpos
y te encontré en el beso y compartimos nieves y tormentos.
Te dejo nuestro amor como un puñado de tierra con semillas,
tal vez de nuestro amor vendrán al mundo amores y más vidas.
Defiende nuestro amor, que sea el agua que beban los sedientos.
Levanta nuestro amor, que lo propaguen las lluvias y los vientos.
Tal vez un día existan una mujer y un hombre
que a nuestro amor se acerquen y traten de tocar
y nuestro amor aún tenga la fuerza de quemarlos,
la fuerza de abrasarlos, así como, a nosotros, nos abrasó las manos.
Te dejo nuestro amor…

Caraballo mato un gallo

El sonido de la oscuridad
Los trenes nocturnos no se detienen,
pasan aullando tras las puertas de las casas. No se detienen.
Las bocas de los amantes no se detienen,
pasan mordiendo otras bocas en la sombra. No se detienen.
Los golpes mortales no se detienen,
rompen cristales y desgarran el silencio. No se detienen.
Las malas noticias no se detienen,
caen en medio del café del desayuno. No se detienen.
Y las aves migratorias no se detienen.
Y mis manos, por tu cuerpo, no se detienen.
Y mi vida no se detiene.
Y mi muerte no se detiene, no se detiene.
Y el minuto no se detiene.
Y los libros no se detienen, no se detienen.
Las cartas enviadas no se detienen, 
cruzan continentes, llamaradas y batallas. No se detienen.
Las madres fecundadas no se detienen,
pasan gestando multitudes en sus vientres. No se detienen.
Los dados de la suerte no se detienen,
pasan repartiendo la fortuna o la desgracia. No se detienen.
Los pueblos revelados no se detienen,
son mutilados, dispersados pero avanzan. No se detienen.
Y las aves migratorias...
Los ríos subterráneos no se detienen,
pasan nutriendo cementerios y jardines. No se detienen.
Los altos proyectiles no se detienen,
trazan la estela que los lleva al objetivo. No se detienen.
Los trenes nocturnos no se detienen,
pasan aullando tras las puertas de las casas. No se detienen.
Las bocas de los amantes no se detienen,
pasan mordiendo otras bocas en la sombra. No se detienen.

Siempre

El ciervo herido
Por ir tras de la huella
del ciervo herido
me sorprendió la noche,
perdí el camino.

Sólo corría el ciervo
por los eriales.
Por su costado abierto
manaba sangre.

El ciervo, fatigado
buscó las aguas.
Espinas de su frente
lo coronaban.

Se fue por la espesura
y oyó la selva.
Quedaban, a su paso, 
rojas las breñas.

Por ir de cacería
perdí el camino.
Mi pecho estaba sano
y el ciervo herido.

!Ay! el ciervo herido
Como las azucenas
se abría el alba.
Cuando seguí sus rastros 
en la montaña.

Lo perseguí en las dunas 
y en la marisma,
sin advertir el paso 
del mediodía.

Del mediodíadel mediodía.
Detrás del ciervo herido
me halló la tarde.
El sol poniente, mi vida,
luna levante.

Luna levante.
Cerrado luego el día,
perdido el norte.
al cazador y al ciervo
cazó la noche.

el ciervo queda en salvo;
mi pecho herido.
¡Por ir de cacería,
gané el camino...! perdí el camino...!

Un sócrates herido
Aquí señores presente
este Sócrates gitano,
que se baña en aguardiente
y en olores de la gente
de los bares y los barcos.

Yo les vendo las verdades que aprendí en tantos caminos.
No hay más dios para la siembra que el sudor mojando el trigo.
No hay más hombres que los hombres que a otros hombres dan abrigo.
No hay más hembras que las hembras que amantan los paridos.

No hay más guerras que las guerras donde todos han perdido.
Y, allá vas, guitarra, envuelta en pañuelos colorados.
No hay más bocas que las bocas que a otras bocas han besado.
No hay más bocas que las bocas que a otras bocas han besado.

Aquí, señores, cantando,
con su garganta de barro,
este fiel, que reza en verso,
por las gentes que se visten
con el vino derramado.

El gusano que madura se convierte en mariposa.
El pintor con dos colores pinta el mundo y una rosa.
Y, el tirano, aunque se vista con sus galas primorosas,
tiene un árbol que lo espera con un nudo y una soga.

Poco a poco, siempre, arregla todas sus cuentas, la historia.
Y, allá vas, guitarra suelta, como un pájaro embebido.
Horizontes, siempre lejos, ¡hay mi dios! cuánto he vivido.
Horizontes, siempre lejos, ¡hay mi dios! cuánto he vivido.

Yo les vendo las verdades que aprendí en tantos caminos.
No hay mas hombres que los hombres que a otros hombres dan abrigo.

Por los medanos blancos
¡Madre!
Por los médanos blancos, viene bajando un carro de mimbre
¡Madre!
Por los médanos blancos han remontado tres barriletes
¡Madre!
Por los médanos blancos viene descalzo ese dios verde
¡Madre!
Por los médanos blancos sin decir nada, se fue mi padre
¡Madre!
¡Madre!
Me he vuelto viejo, me he vuelto viejo.

El último sapukay - Gonzalo Rei, Olga Manzano y Manuel Picón


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